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MINI Countryman

MINI Countryman: Máximo minimalismo en formato XXL

Author: auto.pub | Published on: 30.07.2025

Todo el mundo sabe que el Mini nació en 1959, en plena crisis de combustible en Reino Unido, cuando la gente necesitaba un coche pequeño, económico pero práctico. El ingeniero británico Sir Alec Issigonis recibió el encargo de crear algo más pequeño que un coche familiar tradicional, pero lo bastante espacioso para cuatro ocupantes y su equipaje. Así surgió un diseño revolucionario: tracción delantera, motor transversal bajo el capó y ruedas en las esquinas para maximizar el espacio interior. Así vio la luz el Mini original, único en forma y función.

El Mini fue mucho más que un logro técnico: se convirtió en un icono cultural de los años 60, símbolo del pop británico, conducido por todos, desde los Beatles hasta los fashionistas londinenses. En los circuitos, sorprendió a rivales mucho mayores, especialmente en el Rally de Montecarlo, ganándose fama de «matagigantes».

La marca pasó por varias manos: British Leyland, Rover Group y finalmente BMW, que adquirió Rover en 1994. BMW relanzó el Mini como marca independiente en 2001, con una nueva generación que era más grande, más segura y avanzada, pero que conservaba el espíritu y la estética de su antepasado.

Desde entonces, Mini ha evolucionado de modelo de nicho a familia completa: hatchbacks, cabrios, coupés, roadsters, Clubman y, por supuesto, Countryman. Cada nuevo modelo ha ampliado los límites de lo que puede ser un Mini, pero siempre ha intentado mantener la idea original: placer de conducción personal en un formato compacto.

Hoy Mini es una marca global que mezcla encanto retro y tecnología moderna, fusionando el diseño británico con la ingeniería alemana. Aunque el nombre sugiere algo pequeño, la huella de Mini en el mundo del automóvil es de todo menos mínima.

En su día, Mini era más una declaración que un coche: ingenio, compacidad y peculiaridad británica sobre ruedas. Ahora, el Countryman representa su versión más grande y quizá más polémica. Sigue siendo un Mini, aunque solo sea porque el agua embotellada sigue siendo «agua» aunque se venda en botella de champán, con burbujas y a diez euros.

El Countryman es clave en la gama Mini. La tercera generación crece 13 cm respecto a la anterior y ya mide 4,44 metros, más que el primer Range Rover. Sir Alec Issigonis quizá se encogería de hombros en su tumba o pediría una copita de brandy.

¿Significa esto que el Countryman ha traicionado sus raíces? No necesariamente.

La historia del Countryman comienza en 2010, cuando BMW se lanzó a estirar el concepto Mini hacia el segmento familiar. Fue una apuesta arriesgada: no estaba claro que el público quisiera un Mini grande. Pero funcionó, especialmente en Europa, donde la segunda generación supuso un tercio de las ventas en Francia. Ahora, el nuevo Countryman ocupa su sitio como coche familiar y buque insignia de la gama.

El Countryman actual mantiene el legado Mini, aunque bajo el paraguas de BMW. Se fabrica en Leipzig, no en Oxford. Se ofrece tanto con motores de gasolina como en versión 100% eléctrica, toda una primicia para un crossover familiar de la marca. Un gran paso: el Countryman ya no es solo un Mini grande, sino un Mini que quiere serlo todo para todos, una tarea nada fácil.

Si llevas quince años sin seguir la actualidad automovilística y te susurran «Mini» al oído, no esperas un coche de 4,5 metros, 2 de ancho y un frontal que parece más una escuadra que un urbanita. Pero eso es precisamente el nuevo Countryman de tercera generación: un Mini con presencia, que aspira a sentarse en la mesa de los mayores, sin complejos.

Mientras el anterior Countryman dudaba entre los SUV pequeños, el nuevo entra de lleno en el segmento C de los SUV compactos. Sí, es el Mini más grande jamás fabricado. Con 4444 mm de largo, 1660 mm de alto y 2070 mm de ancho (con retrovisores), supera al Nissan Qashqai, Volkswagen T-Roc e incluso a algunos Honda CR-V antiguos. Compararlo con el Mini original es como comparar un espresso con un cubo de café con leche.

Sin embargo, todo ese tamaño se envuelve en un diseño fiel a sus raíces. El frontal luce una gran parrilla cuadrada, más geométrica que nunca, pero inconfundiblemente Mini. Los faros tienen esquinas más rectas, pero conservan su expresión simpática.

De perfil, los pasos de rueda casi verticales y la cintura alta refuerzan la robustez. Las líneas de la carrocería se han simplificado para un aire más moderno: nada sobra, pero tampoco resulta clínico. Y, por supuesto, el techo va en color de contraste: un Mini sin techo bicolor es como una hamburguesa sin queso; puede funcionar, pero nadie lo prefiere.

El pilar C, que visualmente corta el techo en la parte trasera, añade un toque de diseño ingenioso, al estilo del Range Rover Evoque. Ayuda a disimular unas proporciones que, de otro modo, podrían parecer excesivas a algunos.

Detrás, los pilotos verticales típicos de Mini son ahora aún más distintivos, manteniendo el guiño a la Union Jack. El nombre «Countryman» en grandes letras sobre el portón y la matrícula desplazada hacia abajo le dan un aire más germano. El conjunto resulta innegablemente chic, con colores llamativos a juego.

Mini ha logrado algo complicado: inflar su modelo más lúdico hasta rivalizar con los SUV generalistas, sin perder su esencia. No es simplemente un BMW con plásticos, ni tampoco el Mini de siempre. Es algo intermedio, como un payaso con traje, contando chistes solo para entendidos.

Mini ha dado un giro audaz y ha replanteado totalmente su interior. El resultado recuerda a una instalación efímera de la London Design Week, con asientos y salpicadero integrados, pero funciona sorprendentemente bien.

El elemento más llamativo es literalmente eso: la primera pantalla OLED redonda del mundo, de unos 24 cm de diámetro, presidiendo el centro del salpicadero. Parece un plato de alta definición para controlar todo el coche. Fabricada por Samsung, la pantalla es tan nítida y colorida como si dejaran el menú de Netflix abierto en el coche. Aquí está todo: velocidad, navegación, ajustes, animaciones, iluminación ambiental e incluso un bulldog digital llamado Spike.

Esta pantalla es el cerebro del coche. La mayoría de botones físicos han desaparecido, sustituidos por una fina fila de interruptores bajo la pantalla para funciones esenciales. El resto se maneja por voz, gestos o táctil. ¿Es cómodo? Depende de si te gusta explorar menús como en un iPhone o prefieres la simplicidad de un CD: al principio parece un laberinto, pero una vez memorizado, resulta ágil y hasta divertido. Por ejemplo, al pisar el acelerador aparece un pequeño cohete en pantalla. ¿Modo kart? Por supuesto, con animaciones, cambios de color y efectos sonoros dignos de una PlayStation.

Tanta digitalización podría parecer fría si no fuera por la combinación de materiales y luces. Mini recubre salpicadero y puertas con tejido de botellas recicladas, iluminado por una luz ambiental que cambia según el modo de conducción: verde en Sport, violeta en Zen, rojo para un ambiente más agresivo. El interior vive, reacciona y baila contigo, y gana especialmente de noche.

Los asientos son cómodos, con un punto deportivo típico de Mini. La clásica postura de kart ha desaparecido, ahora se va más alto, casi como en una banqueta, pero la visibilidad es excelente. El espacio trasero ha mejorado notablemente gracias a la batalla extendida: hay sitio de sobra para piernas y cabeza, salvo en la plaza central, que es estrecha y con túnel central, ideal para niños o familiares muy flexibles.

El maletero ronda los 450 litros: correcto, aunque no espectacular. Los asientos traseros se dividen en 40:20:40, se reclinan y deslizan, e incluyen función «Cargo» para objetos voluminosos. Abundan los huecos: cargador inalámbrico, compartimentos ocultos, papeleras de diseño y tomas USB-C para todos.

¿Todo es perfecto? No. Android Auto y Apple CarPlay quedan algo forzados en la pantalla redonda, algunos plásticos inferiores desmerecen el acabado y el brillo de la pantalla puede ser excesivo de noche. Pero así es Mini: diferente, a propósito.

Bajo el capó, los cambios son tan notables como en el interior. Ya no hay cambio manual, desaparecen los diésel y todos los motores tienen al menos hibridación ligera. Algunos van aún más allá, prescindiendo por completo del motor térmico. Repasemos la gama:

Countryman C: El fiable tres cilindros para el día a día. El Countryman C monta un 1.5 turbo tricilíndrico con hibridación ligera de 48V, que facilita la conducción urbana y ahorra consumo. Con 168 CV y 280 Nm, cumple con soltura, especialmente en versión de tracción delantera, más ligera que las integrales. Hace el 0-100 km/h en menos de 9 segundos y el motor resulta agradablemente bronco y refinado. Así debe ser un Mini ecológico.

Countryman S All4: Para quienes buscan algo más picante pero sin excesos. Lleva un 2.0 turbo de cuatro cilindros, 215 CV y 360 Nm, con tracción total de serie y cambio automático de doble embrague de siete marchas. Es el punto óptimo: rápido, pero no salvaje, con levas y suspensión ajustable para mayor diversión.

John Cooper Works All4: Si Mini quiere mirar a Porsche, aquí está el intento. 296 CV, 0-100 en unos 5,5 segundos y 250 km/h de punta, todo con tracción total, suspensión rebajada y amortiguadores adaptativos.

Countryman Electric y SE All4: Cuando Mini se vuelve silencioso pero mantiene la chispa. El Electric lleva un solo motor y tracción delantera, el SE All4 suma tracción total y dos motores, con 201 y 309 CV respectivamente. El SE es incluso más rápido que el JCW en el 0-100 (unos 5,5 segundos), y lo hace en silencio.

La batería de 66,5 kWh (unos 64 útiles) promete hasta 460 km de autonomía en condiciones ideales. No es líder, pero sí competitiva. La carga rápida de 130 kW permite pasar del 10 al 80% en unos 30 minutos. El SE All4 acelera con fuerza y linealidad, aunque la batería añade unos 450 kg. Las versiones eléctricas incluyen una banda sonora propia.

Al volante, el Countryman resulta sorprendentemente directo pese a su tamaño, altura y anchura crecientes. La posición elevada otorga visión dominante: ves el capó, la acera y hasta a quien se hurga la nariz en el semáforo. Las ventanillas bajas y los grandes retrovisores facilitan las maniobras. El radio de giro ronda los 11,5 metros: no es el más cerrado, pero permite giros en U sin dramas.

La dirección es ligera pero no insulsa. En versiones deportivas, la suspensión es más firme. El Countryman filtra bien los baches pequeños, pero con llantas de 19 pulgadas y asfalto roto, las irregularidades se notan, si no en el asiento, en la espalda.

El tamaño y la batalla larga le dan aplomo en autopista. Es estable, no se desvía y apenas precisa correcciones. A 110 km/h, el habitáculo es lo bastante silencioso para conversar, con ruidos de rodadura y viento bien contenidos.

Entre los asistentes, hay control de crucero adaptativo con centrado de carril. No es autónomo puro, pero el sistema mantiene el coche centrado con poco esfuerzo, impensable hace tres décadas.

En tramos revirados, la física manda, pero el Mini se defiende. Entra bien en curva, mantiene la trayectoria y el agarre es sobresaliente para su segmento. No hay feedback total, pero en conjunto es más ágil que muchos rivales.

Sin embargo, no conviene idealizar: no es un deportivo, sino un familiar con más chispa que la media.

El automático de doble embrague es suave, aunque a veces vacila, algo común en muchos Mini y fácil de aceptar.

El Countryman 2025 es el Mini más avanzado en seguridad y ayudas a la conducción. Estrena conducción semiautónoma de nivel 2, con más sensores y radares que un pequeño aeropuerto.

Lee señales, adapta la velocidad, consulta mapas y frena si te animas demasiado. Todos incluyen frenada de emergencia y aviso de colisión, detectando coches, peatones y ciclistas. Si te duermes o se acerca un coche en un cruce, interviene. Hay alerta de ángulo muerto y tráfico cruzado trasero.

El Countryman aparca solo en paralelo o batería con solo pulsar un botón. El asistente de marcha atrás memoriza los últimos 50 metros y los recorre marcha atrás automáticamente, ideal para salidas complicadas. La cámara opcional de 360 grados ofrece visión cenital, como en Google Maps.

La carrocería parte del BMW X1, con estructura robusta, airbags por doquier e incluso protección para peatones: el capó se eleva en caso de impacto, algo antes reservado a coches de lujo.

En caso de accidente, el Drive Recorder integrado lo graba todo, como una dashcam de fábrica.

Como es habitual, muchas de estas funciones avanzadas son opcionales o solo en acabados altos. El control de crucero, el mantenimiento de carril y los faros Matrix no son de serie.

El nuevo Mini Countryman es el modelo más ambicioso y polémico de la marca: amplio, seguro, tecnológico y enfocado a satisfacer al comprador actual, sin perder el toque singular de Mini.

Ventajas:
✔ Espacioso y flexible, ideal para el día a día familiar
✔ Interior distintivo y de calidad: pantalla OLED, luz ambiental y materiales reciclados crean una atmósfera única
✔ Amplia gama mecánica
✔ Dinámica sobresaliente: dirección precisa, buen aplomo
✔ Seguridad y asistentes avanzados
✔ Personalidad y diversión que escasean entre sus rivales

Inconvenientes:
✘ El sistema multimedia abruma, todo está en submenús
✘ Suspensión firme
✘ El precio sube rápido fuera del acabado base
✘ Ya no es tan «mini»: los puristas pueden sentirse traicionados

El Countryman no pretende gustar a todo el mundo, pero es un coche del que se habla, que genera debate y opiniones encontradas. Algunos dirán que ha dejado de ser un Mini. Quizá, precisamente por eso, es el Mini que pide el presente: grande, atrevido y con personalidad.