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El E-Class no es solo un coche para Mercedes-Benz, sino una auténtica institución: el equilibrio dorado de la ingeniería alemana, comparable a una cervecería bávara o un reloj suizo: siempre a la vanguardia, nunca víctima de modas pasajeras. Desde que en 1953 se lanzó el legendario W120, el E-Class ha sido el corazón palpitante de la marca. No es el cerebro ni el músculo, sino el pulso constante que mantiene vivo el nombre Mercedes.
Quien piense que el E-Class es un simple puente entre el C-Class y el S-Class, es como decir que Beethoven compuso sinfonías al azar. Aquí es donde Mercedes demuestra qué significa el lujo cuando también debe ser práctico. El E-Class es un hotel de cinco estrellas donde puedes hacer la colada o llevar a tu abuela: diseñado para todos, sin renunciar a nada.
La era E-Class, bautizada así con el W124 en 1993, rompió esquemas. Mientras otras marcas de lujo dudaban sobre cómo ofrecer una berlina de clase ejecutiva, Mercedes simplemente la entregó, y con tal elegancia que el Audi 100 y el BMW Serie 5 parecían invitados mal vestidos en la ópera. Solo en el primer año vendieron 240.000 unidades.
El E-Class nunca ha buscado llamar la atención: marca la referencia en elegancia. Es un S-Class en miniatura para quienes ven un violín como un violonchelo compacto. De hecho, es el hermano pequeño, más agudo y trabajador del S-Class, el que organiza la gala en vez de asistir como invitado.
Ahora parece que asistimos al fin de una era. La generación W214 no es solo un modelo nuevo, sino también una despedida. Probablemente será el último E-Class con motor de combustión antes de que el EQE y el futuro eléctrico llamen a la puerta. El último tanque forrado de terciopelo que podrás llevar a ver a tu tía los domingos, aunque repleto de más cámaras y sensores que un satélite.
Dato curioso: el E-Class fue durante años el rey de los taxis. En Berlín o Viena, la mitad de los taxis era un Mercedes. Esos días han pasado. Antes bastaba con llegar al aeropuerto para subir a uno, hoy hay que ganarse ese privilegio, comprarlo o tener los contactos adecuados.
Para Mercedes-Benz, el E-Class siempre ha sido mucho más que un coche. Es un icono cultural, símbolo de estatus y herramienta versátil, como una navaja suiza con mango de cuero y hoja capaz de cortar prejuicios.
El E-Class sigue fiel a su silueta de tres volúmenes, resistiéndose a la moda de las berlinas coupé y los SUV descomunales. Es como un caballero clásico que entra en esmoquin, con reloj de bolsillo cuya mecánica haría llorar a cualquier digital. La batalla crece (ahora 2,96 metros) y la carrocería roza los cinco metros, aportando la elegancia de un señor feudal que da el día libre a su mayordomo.
El frontal es clásico sin ser conservador. La parrilla luce un gran emblema rodeado de un universo de pequeñas estrellas. Por suerte, Mercedes no ha caído en excesos: no es oro de cafetería en Dubái, sino refinado y cuidadosamente elaborado.
Los powerdomes en el capó son más que simples curvas, parecen cejas musculosas que insinúan el potencial oculto: fuerza suficiente para pegarte al asiento, pero con la dignidad de no hacerlo de inmediato.
El paragolpes delantero del AMG Line y sus tomas de aire aportan deportividad, pero el perfil lateral es una obra de arte: parece trazado de un solo trazo y dejado tal cual. Los marcos de las ventanillas en cromo o negro, según el acabado, añaden carácter tanto para una velada elegante como para una reunión de negocios.
Los faros parecen ojos demasiado inteligentes para parpadear: finos, afilados, con una luz diurna en forma de ceja que transmite la energía justa de "mejor no te metas conmigo". Detrás, un auténtico ballet luminoso: pilotos LED con dibujo de estrellas que crean un pequeño espectáculo de fuegos artificiales de logos Mercedes.
Una fina banda cromada une los faros traseros, ensanchando visualmente la zaga y dándole empaque. Podrías confundirlo con un S-Class, y si no lo es, te preguntas qué más puede ofrecer el S-Class.
Mercedes ha querido que el E-Class siga siendo reconocible, como un vaso de whisky clásico que no cambia cada temporada. Destila permanencia y confianza, aunque lo han modernizado lo suficiente para medirse con el nuevo BMW Serie 5 y la fría precisión de Audi.
El interior del E-Class deja sin palabras incluso al periodista más experimentado: no por falta de cosas que decir, sino porque el habitáculo habla por sí solo. No hay que buscar botones ni soportar plásticos ruidosos. Aquí basta con apreciar los detalles.
Todo es suave, pero no blando: es una suavidad precisa, como si un sillón Chesterfield artesanal hubiese sido adaptado a la aerodinámica y colocado sobre ruedas. El cuero es sedoso, los interruptores suenan como instrumentos suizos, y hasta el salpicadero brilla como si se iluminara en honor a los materiales.
Las pantallas dominan: 12,3 pulgadas para el conductor y 14,4 para la central, con una nitidez digna de un tráiler de Netflix. Con el MBUX Superscreen, el pasajero delantero tiene su propia pantalla. Si el conductor mira demasiado, una cámara la desenfoca, como una niñera futurista.
Sin embargo, las texturas reales equilibran tanta digitalización. La madera auténtica recorre el salpicadero y los botones metálicos ofrecen un clic preciso. Las salidas de aire parecen joyas dispuestas a dirigir la brisa.
Los asientos delanteros masajean, calientan y ofrecen soporte postural casi intuitivo. Detrás hay espacio de sobra incluso para un jugador de baloncesto. El maletero traga palos de golf y equipaje para un fin de semana sin problemas.
Por supuesto, no todo es perfecto. Algunos detalles —parasoles, mandos de los intermitentes, el forro de la guantera— recuerdan que hasta en Mercedes hay que cuadrar hojas de Excel. Pero, ¿acaso algún restaurante Michelin ha conseguido sobresaliente en su papel higiénico?
El sistema MBUX es ahora más inteligente que muchos universitarios. Las pantallas responden con lógica, los menús son claros y las funciones principales están a mano. Incluso un abuelo poco amigo de la tecnología puede poner el aire acondicionado sin perderse. Mercedes por fin ha entendido que el control de temperatura no debe estar escondido tras siete menús.
Los botones físicos escasean, quizá demasiado para algunos. Los touchpads del volante siguen siendo tan polémicos como la piña en la pizza: su respuesta táctil divide opiniones. No es un coche para confiar a ciegas en que bajas el volumen y no acabas navegando a México. Por suerte, queda el control por voz, que funciona como un asistente inteligente: pide y, si entiende, responde.
Y hay mucho más. El habitáculo aprende tus rutinas: las noticias los lunes, jazz los viernes. Puede poner música al ritmo de tu pulso y activar un masaje para relajarte. Es más un spa rodante que un coche, ideal para quienes odian las mañanas.
La iluminación ambiental ofrece 64 colores, pulsando al ritmo de la música como un club de Berlín. Si tu Apple Watch detecta estrés, el coche lo nota y responde con una fragancia relajante. Sí, Mercedes literalmente te perfuma si lo necesitas.
La gama de motores del nuevo E-Class sigue siendo amplia, pero Mercedes sabe que el mundo cambia. Bajo el capó, todo está electrificado de algún modo. Incluso los motores más clásicos llevan sistemas mild hybrid o enchufables, como un ejecutivo que lleva corbata pero usa smartwatch y Google Workspace.
Todo empieza con el E 220 d, un diésel 2.0 de cuatro cilindros tan fiable como un banquero de los de antes. Sus 197 CV y 440 Nm se combinan con un generador de arranque de 48V para ofrecer 17 CV extra cuando se necesita —como un entrenador personal secreto para el arranque. El 0-100 km/h ronda los 7,5 segundos, la velocidad máxima casi 240 km/h y el consumo apenas 5 litros cada 100 km. Una economía que supera a muchos híbridos, con una suavidad ejemplar.
¿Quieres más? El E 450 d 4Matic es el Bugatti de los diésel: seis cilindros en línea, 367 CV, más de 700 Nm, tracción total, 0-100 en 5 segundos y solo 6 litros a los 100.
En gasolina, el E 200 abre la gama: 204 CV, turbo y ayuda híbrida de 48V. Silencioso, relajado y sorprendentemente ahorrador en ciudad: más crucero elegante que escalador de puertos.
El E 450 4Matic es otro nivel: seis cilindros en línea y 3.0 litros, tan refinado que hasta el grifo del baño podría aprender de él. 381 CV, 0-100 en 5 segundos: entrega la potencia con tanta elegancia que parece un aria de ópera, no una autopista.
Los enchufables E 300 e y E 400 e 4Matic combinan motor gasolina 2.0 y un potente eléctrico. El E 300 e suma 313 CV, el E 400 e llega a 380. Ambos pueden recorrer casi 100 km solo con electricidad. Aquí no hay ansiedad por la autonomía.
La carga rápida de hasta 50 kW hace que usar solo el motor eléctrico sea viable. El precio: unos 300 kg extra en peso, y se nota. El E 400 e hace el 0-100 en 5,3 segundos, pero la sensación es más de empuje continuo que de explosión. Si buscas silencio y suavidad, este es tu coche. Si quieres adrenalina, mejor el seis en línea.
Todas las versiones llevan el cambio automático de 9 marchas de Mercedes, siempre atento y discreto, como el mejor camarero. A veces sorprende con un cambio rápido justo cuando te relajas, pero es más un aviso que un problema.
El E 220 d 4Matic merece una ovación especial. La tracción total se adapta como un camaleón: nieve, lluvia, barro o gravilla, siempre hay agarre. El diésel te lleva 1.000 km con un solo depósito. Y el lujo nunca se sacrifica, ni siquiera un lunes gris.
Pero este será el último E-Class que ofrezca tal variedad de motores. La era eléctrica llama a la puerta. Si dudas sobre qué corazón elegir en tu Mercedes, debes saber que eliges el último capítulo de una historia.
Lleva cualquier coche nuevo a la carretera y pronto verás si es solo apariencia o ingeniería de verdad. El nuevo E-Class hace algo diferente: no solo circula, sino que fluye. Incluso en calles destrozadas, el sedán absorbe cada bache como un caballero que ignora un agravio: sin gestos, aunque luego llegue la factura.
El equipamiento de serie incluye amortiguadores adaptativos mejorados, que reaccionan al asfalto sin complicados sistemas electrónicos. Simple, ingenioso y eficaz, como una americana bien cortada válida para la oficina y la ópera. Las llantas de 19 pulgadas no son amigas de los baches, pero con unas de 17 el confort es casi flotante.
Para los que buscan lo máximo, la suspensión neumática Airmatic es otro mundo. Si añades dirección trasera, olvidas que el coche mide casi cinco metros: girar en un parking cerrado es como ir en patinete eléctrico.
En autopista, el E-Class está en su elemento. La dirección es precisa como un carril, inmune al viento lateral. El ruido de rodadura y aire es casi inexistente. A 130 km/h, el habitáculo marca 64 dB: lo bastante silencioso para susurrar. Perfecto para trabajar o reflexionar.
Los asientos ergonómicos, con todos los ajustes imaginables y función masaje, hacen innecesario el fisioterapeuta tras un viaje largo. El head-up display proyecta la información justo donde miras, sin apartar la vista de la carretera.
El E-Class no busca romper récords en Nürburgring, pero en modo Sport se vuelve firme, la dirección gana peso y la suspensión se endurece. A pesar de su peso, nunca se siente torpe. La dirección no es la más directa, pero sí precisa y agradable. Las versiones 4Matic dan seguridad: el coche agarra y mantiene la trayectoria como un tren.
Euro NCAP ha nombrado al E-Class el coche más seguro de Europa en 2024. Una berlina elegante, silenciosa y tan inteligente que detecta si toses, es también la referencia en seguridad.
Todo lo necesario está aquí: hasta nueve airbags, carrocería de acero y aluminio de alta resistencia, y el sistema Pre-Safe que tensa cinturones, sube ventanillas y emite "ruido blanco" antes de un accidente.
Lo realmente valioso es la prevención. Frenado de emergencia automático, detector de ángulo muerto, alerta de tráfico cruzado y frenada automática para sorpresas en patinete: todo de serie.
Luego están las opciones tecnológicas de alto nivel. El paquete de asistencia a la conducción Plus casi conduce solo en autopista: mantiene distancia, sigue curvas, ayuda en adelantamientos e incluso decide cuándo no adelantar si tu salida está cerca. Según ADAC, todo funciona suave: el coche señaliza, maniobra y ejecuta mientras tú observas. Eso sí, por ahora solo disponible en algunos países.
Los faros Digital Light proyectan símbolos de advertencia en el asfalto, avisan a peatones y recortan el haz para no deslumbrar. Por la noche, parece pilotar una nave espacial programada para pensar en todo.
Las cámaras vigilan cada ángulo al aparcar. El coche se estaciona solo, detecta ciclistas y recibe alertas de peligro de otros vehículos (tecnología Car-to-X) si hay un tramo resbaladizo.
La mayoría de estas funciones son opcionales y añaden una dimensión extra: si su inteligencia recuerda a una nave espacial, el precio también puede hacerlo.
Aspectos clave del E-Class:
- Confort de marcha: el E-Class flota como un yate de lujo en un lago, la suspensión (especialmente con Airmatic) y los asientos eliminan la fatiga.
- Tecnología refinada: el renovado MBUX funciona como un barista que sabe tu pedido. Control por voz, pantalla táctil y la función "Just Talk" lo integran todo. Puedes celebrar reuniones de Zoom o simplemente conducir.
- Seguridad: el premio “Best in Class” de Euro NCAP no es casualidad. Una legión de sensores, cámaras y algoritmos te protegen antes de que reacciones.
- Personalización: tres líneas de diseño (Avantgarde, Exclusive, AMG Line) y decenas de paquetes permiten configurar el E-Class a gusto, sea deportivo, clásico o minimalista.
- Eficiencia: el E 220 d y los híbridos enchufables destacan: el diésel recorre 1.000 km con un depósito, los enchufables cubren 100 km en modo eléctrico. Considera tu bolsillo, al menos hasta que eliges el Burmester 4D.
Detalles a tener en cuenta:
- Controles táctiles en el volante: los touchpads son el mayor tropiezo de Mercedes. Funcionan, pero a menudo activan cosas por error. Por favor, que vuelvan los botones reales.
- Calidad de algunos materiales: casi todo es premium, pero algunos detalles —parasoles, guantera, mandos— parecen de papelería. No es grave, pero se nota.
- Precio elevado: el precio base es alto y, bien equipado, supera fácilmente los seis dígitos. Cuando un E 200 AMG Line cuesta tanto como una casa de vacaciones en España, te preguntas si conduces o te mudas.
- ¿Tanta tecnología es necesaria?: TikTok en pantalla y graves en los asientos pueden ser un parque de atracciones o un capricho innecesario. Mercedes lo ofrece, no lo impone.
- Deportividad moderada: el E-Class puede ser rápido, muy rápido, pero no quiere ser un deportivo. Toma curvas con dignidad, no con agresividad.
En definitiva, el E-Class sigue siendo una experiencia valorada por conductores, querida por familias y envidiada por la competencia.