auto.pub logo
Mazda CX-80

Mazda CX-80: Rebelión Diésel Bajo el Cielo Gris Europeo

Author: auto.pub | Published on: 24.06.2025

Si el mercado actual del automóvil fuese una cena, Mazda sería ese invitado que, copa de coñac en mano, mira a su alrededor y se pregunta en voz alta por qué los demás solo comen apio. El CX-80 no es otro SUV de siete plazas elegido por la simple razón de que la familia y el perro ya no caben en el Golf. Es la respuesta excéntrica de Mazda a una pregunta que nadie planteó: ¿puede uno fabricar un coche familiar práctico, pero rebelde, encantador y completamente contracorriente?

Mazda, la marca que nos trajo el motor rotativo y el MX-5, vuelve a apostar por ir a contramano de la industria. Mientras casi todos se inclinan hacia la electrificación silenciosa, Mazda se descuelga con un flamante motor diésel de gran tamaño. En Europa. En un mercado donde el diésel se mira como a quien enciende un puro en un bistró vegano.

Pero el CX-80 no es un capricho de crisis de los cuarenta. Es ingeniería japonesa en estado puro y valentía pragmática: un CX-60 estirado, ahora con tres filas de asientos y espacio para la familia, el equipaje y quizá hasta un bulldog despistado. Para los más concienciados con el medioambiente, existe una versión híbrida enchufable, así que todos quedan contentos, al menos en teoría.

Mientras rivales como el Škoda Kodiaq o el Hyundai Santa Fe son camisas blancas impolutas, respetables pero poco emocionantes, el CX-80 es otra cosa. Imagínese a alguien llegando a la fiesta con chaqueta de terciopelo y sombrero dispuesto a defender el diésel durante horas. Mazda quiere ofrecer una alternativa a quienes buscan un coche tipo Land Rover Discovery sin hipotecar la vida entera.

A simple vista, el Mazda CX-80 parece un CX-60 alargado: "Venga, estíralo un poco más", y eso han hecho. De frente es casi idéntico: misma parrilla cromada, los mismos faros LED desafiantes, el mismo paragolpes esculpido. Como si el equipo de diseño hubiera anotado "igual pero más largo" en la esquina del boceto.

Pero de perfil la cosa cambia. El CX-80 es enorme. Su distancia entre ejes supera la de un Volvo XC90 y la de un BMW X7. Si lo aparca en un extremo del barrio, el portón trasero puede que esté en otro código postal. Todo ese tamaño extra le da un perfil elegante y recto, sin pliegues ni abultamientos innecesarios, como si el coche hubiese pasado por una sesión intensiva de plancha.

En comparación con el más deportivo CX-60, el CX-80 transmite madurez, como ese hermano mayor que no necesita llamar la atención. Mientras otros SUV presumen de parrillas gigantes y luces brillantes, el CX-80 es puro estilo: seguro de sí mismo, sofisticado, pero discreto. Como un traje caro que impresiona sin ser estridente.

Fíjese en los detalles. El capó largo y el habitáculo retrasado insinúan que bajo el metal hay mucho más que un plástico decorativo. Aquí viven motores de seis cilindros, motores sin miedo a hablar de par. Ese morro alargado no es solo estética: promete sensaciones reales al pisar el acelerador.

Las llantas arrancan en 18 pulgadas, pero seamos sinceros: nadie quiere ruedas pequeñas en un SUV grande. La mayoría llevará las de 20 pulgadas. Sí, hay más ruido de rodadura y vibraciones en nuestras queridas carreteras primaverales, pero ¿importa el ruido cuando el coche tiene el porte de un abogado de éxito con traje a medida?

El interior del CX-80 evoca la atmósfera de un hotel japonés de lujo. Todo parece hecho a mano y el propio aire resulta costoso. Aquí no hay plásticos duros ni maderas falsas: arce genuino, metal frío y cuero Nappa tan suave que uno se imagina vacas sometidas a sesiones de masaje.

Mazda define su filosofía interior como Kaichō y Hachō, nombres que suenan a luchadores de sumo pero que realmente aluden a la armonía y el ritmo sutilmente imperfecto entre materiales y patrones.

El espacio interior supera al de muchos apartamentos urbanos, sobre todo en la segunda fila con asientos que se deslizan y reclinan para siestas o estiramientos dignos de un viaje largo. Acceder a la tercera fila requiere cierta agilidad salvo que se sea de talla discreta, pero al menos hay acceso real, no solo una rendija testimonial como en otros siete plazas.

Si mide más de 1,90 metros y busca comodidad atrás, mucha suerte: quizá acabe en el fisio. La tercera fila es para niños y adultos menudos, no para jugadores de baloncesto. Con las tres filas levantadas, caben un par de maletas pequeñas y algunas botellas. Ir a la compra ayuda a la moderación: no hay espacio para excesos.

Si no necesita la tercera fila, se pliega para dejar un maletero enorme, capaz de tragar el equipaje de la familia y, con maña, hasta el de algún vecino.

La opción de seis plazas con asientos tipo capitán eleva la experiencia: dos butacas de lujo, pasillo central y ambiente de clase ejecutiva sin azafatas recordando el cinturón.

En el puesto de conducción Mazda se ha resistido a la moda de las pantallas táctiles confusas. El climatizador y el audio tienen botones reales, incluso hay un mando giratorio tradicional. Puede parecer extraño al principio, pero tras unos días se agradece no tener que pelearse con la pantalla como si programara una sonda espacial.

Si le gusta hablarle al coche, el CX-80 integra Amazon Alexa. "Alexa, sube la calefacción", y alguien le hace caso por fin.

Una pantalla principal de 12,3 pulgadas y cuadro de instrumentos digital dominan el salpicadero. Según la versión, el equipo Bose de 12 altavoces hasta logra que la radio hable con elegancia.

Mazda devuelve el diésel al mundo SUV con el CX-80. Bajo el capó, un seis cilindros en línea de 3,3 litros, 550 Nm de par y casi dos toneladas de masa que se mueven con sorprendente ligereza. De 0 a 100 km/h en solo 8,4 segundos. Nada mal.

La entrega de par es generosa desde abajo; si circula con el portón abierto, los coches de atrás reducirán por miedo a que el par se escape. Bajos regímenes, rumor elegante, todo transmite refinamiento, como si uno fuese emperador y no padre camino del colegio.

Algunos rivales montan cuatro cilindros ruidosos en nombre del ahorro. Mazda no recurre a trucos: el CX-80 es realmente eficiente. Es posible bajar de seis litros cada 100 km, así que con los 70 litros del depósito se superan los mil kilómetros sin repostar. En resumen: este coche bebe menos que su tío en un puente festivo.

El CX-80 utiliza una plataforma de propulsión trasera, como los grandes deportivos de antaño. Y pese a su longitud digna de atasco, sorprende por su agilidad. En curvas no se comporta como un hipopótamo torpe. La dirección es precisa y el balanceo, aunque presente, está muy controlado. No batirá récords en Nürburgring, pero transmite confianza.

La suspensión no es de nube. Mazda mantiene cierta conexión con el asfalto, casi en peligro de extinción en los SUV actuales. Se sienten los baches y las ondulaciones, sobre todo con llantas de 20 pulgadas. Digamos que aún queda margen para alcanzar el auténtico confort premium.

Hay tracción total disponible y el CX-80 se defiende en nieve o lluvia, pero no es un rival serio para un Defender. No hay modos off-road avanzados ni reductora: esto es para asfalto invernal, no para vadear ríos pedregosos.

Respecto al híbrido enchufable, sí, existe una versión de 323 CV, 500 Nm, unos 6,8 segundos en el 0-100 km/h y 60 km en modo eléctrico. Suena bien sobre el papel, aunque no se ha probado. Para trayectos urbanos y presumir de CO₂ es ideal. Pero si le gusta conducir, el verdadero CX-80 es el diésel de seis cilindros.

Si alguien le dice que los coches grandes son seguros solo por ser grandes, siéntelo al volante del Mazda CX-80 y deje que el coche demuestre lo que es la seguridad real.

Dato: el CX-80 ha obtenido cinco estrellas Euro NCAP. No solo eso, ha sido declarado el mejor de su clase entre los grandes SUV de 2024. ¿Por qué? Mazda le ha dotado de un sistema capaz de detectar si el conductor se duerme y, en caso necesario, tomar el control. Si tras una barbacoa y tres litros de zumo de pepino empieza a cabecear, el CX-80 no se limita a sonar una alarma como otros: toma el volante, reduce velocidad, aparca seguro, enciende las luces de emergencia e incluso abre las puertas para facilitar el acceso de los servicios médicos. El siguiente paso será ofrecer apoyo psicológico.

Y eso es solo el principio. Mazda Co-Pilot, i-Activsense, Cruising & Traffic Support: suenan a gadgets de James Bond, pero funcionan. El coche vigila sus ojos y manos, mantiene el carril y frena solo si hace falta. Si se desvía y se cruza un Škoda o una pandilla de moteros, el CX-80 no se inmuta: lo devuelve a la seguridad antes de que haya sustos.

El Smart Brake Support detecta vehículos y peatones pero también tráfico en sentido contrario y frena si un imprudente se cruza en su camino. Si parece excesivo, recuerde cuántas veces revisa Instagram al volante. A veces, mejor dejar que el coche piense por usted.

Y hay más. El CX-80 recuerda si abrió una puerta trasera al inicio del viaje, y tras diez horas de atasco, cuando solo quiere tirarse en el sofá, el Mazda le pregunta educadamente si ha olvidado algo o a alguien atrás.

Todo este despliegue tecnológico se apoya en una estructura pasiva robusta. El CX-80 está reforzado como un tanque, con airbags por todas partes: frontales, laterales, de cortina y hasta uno central entre los ocupantes delanteros para evitar choques involuntarios de cabezas. Los pilares A están diseñados para identificar peatones que surgen de la nada.

Incluya monitores de ángulo muerto, alertas de tráfico cruzado, luces largas automáticas y todos los sistemas habituales. Porque con 550 Nm de par y casi dos toneladas en marcha, uno agradece saber que el coche le respalda en caso de apuro.

En resumen: el ambicioso Mazda CX-80 demuestra que se puede ir a lo grande sin cometer grandes errores.

El CX-80 no es otro SUV familiar gris y anodino. Es una apuesta valiente y fiel a sí misma: un coche que conduce bien, tiene presencia y protege a los suyos como un blindado.

Y ese diésel de seis cilindros... Mazda le ofrece un motor sedoso, potente y adictivo que le reconcilia con el mundo cada vez que pisa el acelerador.

¿Es el coche perfecto? Por supuesto que no. Si quiere que su SUV pase los badenes flotando, búsquese un sofá con ruedas. El Mazda CX-80 le avisa de inmediato cuando la carretera se complica. Pero como conjunto, está claramente por encima de la media.