

























































Hyundai Santa Fe: Cuadrado, sí. Pero el SUV más cómodo que jamás conducirás
Algunos coches entran en nuestra vida con la discreción de un invitado educado que se quita los zapatos al llegar y se acomoda en un rincón esperando que alguien lo note. Así fue el Hyundai Santa Fe cuando debutó en 2001, anunciando con timidez que los coreanos también sabían fabricar un SUV. Hoy, sin embargo, es otra historia. La sencillez robusta y sin pretensiones de la primera generación conquistó a los estadounidenses, mientras que los europeos miraban hacia los diésel alemanes. Pero el Santa Fe ha madurado, como un adolescente que de repente calza un 47 y le sale bigote.
Cada nueva generación ha traído más espacio, comodidad y, sobre todo, confianza. La cuarta generación añadió versiones híbridas y un diseño más estilizado en 2018, pero la quinta supone una transformación absoluta. Los motores diésel han desaparecido como las cabinas telefónicas, y el diseño es más parecido a un bloque de oficinas rodante que a un SUV convencional. Es cuadrado, atrevido y descaradamente llamativo: justo lo que buscan sus compradores.
Aquí no hay medias tintas para escalar posiciones entre los familiares. El Santa Fe apunta alto, desplazando sin complejos a rivales premium de gama media. Si le pides a un diseñador que haga una catedral sobre ruedas, probablemente se parecería mucho a este Hyundai: una rebelión descarada contra las formas redondeadas.
La enorme parrilla frontal es más ancha que la sonrisa de un político tras las elecciones, flanqueada por unos audaces faros LED en forma de H que brillan en la oscuridad como platillos volantes. Las tomas de aire verticales en las esquinas no son solo adorno: avisan de que este SUV respira con el entusiasmo de un Fórmula 1 en plena recta.
De perfil, no hay concesiones a la suavidad. Esto es una caja, un cubo, un contenedor. Los marcados pasos de rueda con aristas pronunciadas dominan sobre las llantas, y la distancia entre ejes se estira hasta los 2815 mm, lo que se traduce en un espacio interior digno de palacio.
Con sus 4830 mm de largo, 1900 mm de ancho y 1770 mm de alto, Hyundai va en serio. Es más grande que un RAV4, iguala al Kia Sorento y puede poner en aprietos al Škoda Kodiaq.
La zaga es radicalmente vertical, como si los diseñadores hubieran terminado con un corte recto de guillotina. El portón trasero, enorme y cuadrado, se abre como la puerta de un castillo, facilitando tanto el acceso al maletero que uno podría aparcar dentro un coche pequeño. Los pilotos traseros se extienden en horizontal, enfatizando la anchura del SUV.
Algunos dirán que parece un ladrillo o un vagón de tren, pero esa cuadratura sin complejos le da su carácter único. Los pasos de rueda en plástico negro y las llantas de 21 pulgadas llenan el espacio con aplomo y refuerzan su presencia.
En conjunto, parece que los diseñadores tuvieran prohibido usar curvas y solo les dieran reglas. El resultado es, sorprendentemente, atractivo.
Si te has acostumbrado a vivir en SUVs grises y anodinos, el Santa Fe viene a revolucionar el aburrimiento: parece la declaración personal de Hyundai contra la monotonía.
El salpicadero es la primera sorpresa: olvida el plástico grisáceo con tres botones y huecos sellados con “no usar”. Aquí te reciben dos pantallas de 12,3 pulgadas, más grandes que muchos televisores familiares y tan nítidas como un lago suizo. Una muestra la velocidad (y cuán cerca estás de la multa), la otra se encarga de entretenimiento y navegación para desterrar el tedio.
Hyundai ha esquivado la trampa de esconderlo todo en menús digitales. Aquí tienes botones físicos y mandos giratorios para climatización y audio, así puedes calentar el asiento sin apartar la vista de la carretera.
Los materiales son más lujosos que el salón de un club privado londinense. Los acolchados blandos y los acabados en imitación madera o metal parecen tan auténticos que nadie se atrevería a preguntar si lo son. En el acabado Calligraphy, los asientos van tapizados en cuero Nappa auténtico, tan suave que hasta un bebé podría dormir plácidamente. Y cuando el cansancio aprieta, los asientos delanteros se reclinan eléctricamente casi hasta quedar planos, haciendo que una siesta en carretera sea una tentación.
¿No es suficiente? Hyundai añade una guantera con esterilización UV, perfecta para desinfectar móvil, llaves o cualquier objeto contaminado en el viaje.
El espacio es descomunal: las plazas traseras ofrecen tanto hueco para las piernas que dos jugadores de baloncesto podrían estirarse sin tocarse. Hay versiones de siete plazas para familias grandes y una de seis con lujosos asientos individuales en la segunda fila.
El almacenamiento tampoco se queda corto: dos guanteras, una repisa entre ellas, una consola central gigantesca donde cabe un bolso o una mascota pequeña, y carga inalámbrica para dos móviles. Los pasajeros traseros pueden abrir el reposabrazos central desde ambos lados, un detalle ingenioso que demuestra que los diseñadores han pensado en todo.
Con la tercera fila levantada, cabe el equipaje deportivo o un perro pequeño. Si la pliegas, tienes espacio para la fiesta de cumpleaños de los niños o montar una casita de juegos. Abatiendo todas las filas, queda prácticamente una furgoneta: ideal para mudanzas o llevar un muestrario de muebles.
Si esperabas que el nuevo Santa Fe fuese un todoterreno salvaje cazando Ferraris, olvídalo. Este SUV no busca emociones fuertes, sino silenciar las quejas traseras y mimar tu espalda en caminos rurales.
La gama de motores es sencilla: adiós diésel, hola gasolina electrificada. Lleva el conocido 1.6 turbo combinado con motor eléctrico. El híbrido convencional entrega unos 215 CV y acelera de 0 a 100 km/h en 9,6 segundos; no es para presumir, pero cumple. El híbrido enchufable sube a 253 CV y alcanza los 100 km/h en 9,3 segundos, más que suficiente para llegar puntuales al fútbol, incluso si has olvidado a los niños en casa.
En cuanto a la transmisión, Hyundai ha evitado los eternos CVT de Toyota. Aquí hay un automático de seis marchas de funcionamiento tan suave que solo descubrirás el cambio mirando el cuadro de instrumentos.
El consumo oficial ronda los 7 litros a los 100 km, una cifra razonable para algo del tamaño de un granero. En la práctica, será más bien 8 litros, nada dramático considerando que el peso es similar al de una lanzadera espacial.
Pero el gran mérito del Santa Fe es la comodidad. En ciudad, se desliza en silencio con el modo eléctrico, y el único ruido son tus propios pensamientos. El motor de gasolina se suma con suavidad, como un camarero que retira los platos sin molestar. En autopista, el 1.6 suena algo más, pero como un cortacésped lejano: perceptible, pero nada molesto.
Su manejo sorprende por la agilidad: el Santa Fe se siente más ligero y compacto de lo que parece. La dirección es tan suave como un helado italiano y el radio de giro de 5,8 metros permite girar este gigante sin recurrir a un helicóptero.
Su gran baza es la suspensión. Hyundai ha dado con la fórmula mágica: ni siquiera las llantas grandes impiden que flote sobre los baches como una copa de champán en bandeja. En viajes largos, puedes olvidar que estás en movimiento y sentirte como en tu propio salón.
La tracción total es de serie y lo suficientemente inteligente como para darte confianza con climatología variable. No escalará montañas ni cruzará desiertos, pero si buscas llegar seguro por nieve, barro o gravilla a la casa de verano, el Santa Fe lo hace sin pestañear.
Antes, la seguridad en un coche se limitaba al pedal de freno y a los gritos de pánico. El nuevo Santa Fe invierte esa lógica: Hyundai parece pensar que cuantos más airbags, mejor. Hay diez, incluido uno para las rodillas del conductor y otro central entre los asientos delanteros para proteger en impactos laterales.
En las pruebas Euro NCAP, el Santa Fe logró un 84 por ciento en protección a adultos, por encima de algunos rivales con cinco estrellas. La protección infantil llega al 88 por ciento, así que hasta el niño más inquieto irá seguro, aunque luego pida helado. La protección a peatones ronda el 70 por ciento de serie, subiendo al 77 por ciento con los extras de seguridad, cifras más que decentes para un SUV cuadrado.
Hyundai también incluye una batería de asistentes de conducción, hasta el punto de que parece que el coche no se fía de ti. La frenada automática de emergencia es de serie y actúa ante coches, peatones y ciclistas, evitando situaciones embarazosas con políticos en bicicleta de carga. El asistente de mantenimiento de carril y el control de crucero adaptativo pueden detener y reanudar la marcha en atascos, dejando que solo tengas que elegir emisora y no dormirte.
En autopista, el asistente de conducción semiautónoma mantiene la distancia de seguridad como si los coches fueran imanes. Esto reduce el cansancio en viajes largos y deja en el aire si aún tiene sentido llevar conductor. Y hay más.
Es cierto que el Santa Fe básico solo ha conseguido cuatro estrellas Euro NCAP porque algunas funciones avanzadas son opcionales, algo así como decir que tu equipo de fútbol ganaría si fichara portero. Pero con el paquete completo Smart Sense+, Santa Fe logra la máxima puntuación y compite de tú a tú con los europeos.
¿Y entonces, qué pensar del Hyundai Santa Fe? Sí, es tan cuadrado que alguien podría intentar entrar creyendo que es una cafetería, pero no te dejes engañar. Hyundai ha dotado a este SUV de tanto espacio, confort y lujo que no es descabellado compararlo con marcas premium.
No, no acelera como un Ferrari ni es tan teatral como un Lamborghini, pero el Santa Fe no está hecho para buscadores de emociones. Está pensado para personas reales, las que pasan el fin de semana llevando niños al fútbol o de viaje en familia. Hyundai ha reunido todo lo bueno de los SUVs premium: asientos reclinables, doble pantalla, esterilizador UV, reposabrazos inteligentes, y lo ofrece a mitad de precio.
En definitiva, el Santa Fe demuestra que Hyundai ya no es solo una alternativa económica a las marcas europeas: ha llegado a la primera división, y parece que piensa quedarse.