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Ford Explorer EV

Ford Explorer EV: El Icono Americano Renace Electrificado

Author: auto.pub | Published on: 20.06.2025

Coches eléctricos: solo mencionarlos puede causar escalofríos a los puristas de la gasolina. ¿Y ahora el Ford Explorer? ¿Cómo se atreve alguien a transformar un icono americano, la leyenda musculosa que una vez se enfrentó a dinosaurios en Jurassic Park, y cambiar su V6 por baterías? ¿El mundo se ha vuelto loco? Pues aquí está: el nuevo Ford Explorer, más eléctrico que un Tesla, tan alemán como una salchicha bratwurst, pero igual de americano que una hamburguesa con bacon o un sombrero tejano descomunal.

Antes, el Explorer recorría la naturaleza con aroma a gasolina. Ahora regresa con un pulso electrizante. Montado en Colonia, construido sobre la plataforma Volkswagen ID, este Explorer eléctrico es cocina de fusión: la barbacoa americana de siempre con la precisión alemana. Que Ford fabrique ahora SUV eléctricos en lugar de mastodontes sedientos de gasolina inquieta y fascina a partes iguales.

Ford defiende que no es un simple clon del ID.4, sino una revolución genuina del óvalo azul que "se conduce como un Ford". Pero, ¿qué significa realmente eso? ¿Es capaz el Explorer electrificado de ofrecer la chispa y emoción del Mustang Mach-E, o es solo otro SUV ecológico para ir al supermercado?

Una cosa está clara: este nuevo Explorer ya no es el gigante empapado en gasolina que recordábamos. Sin embargo, Ford ha conseguido conservar algo primitivo y potente: el alma que hizo legendario al Explorer. No se trata solo de practicidad y credenciales ecológicas, sino de emoción, una cualidad ausente en muchos coches eléctricos.

Así que pisemos el pedal—eléctrico, claro—a fondo y descubramos si el nuevo Explorer EV es realmente un pionero, un explorador revolucionario o simplemente otro compromiso euroamericano que nos hace echar de menos los dinosaurios y las rutas infinitas de gasolineras.

El nuevo Explorer no es precisamente discreto. Olvida aquel modelo que surcaba el barro de Jurassic Park. Este es el mismo coche tras dos años en festivales de diseño en Berlín y una cura de spa. El frontal es más liso que una encimera alemana: morro sin parrilla, de inspiración futurista. Donde antes había una parrilla imponente, ahora hay un vacío brillante y seguro. ¿Las luces LED? Parecen rayos láser listos para guiar aviones en la niebla.

En la zaga: letras gigantes, luces horizontales y una banda negra que recuerda al glaseado de un chocolate fino. ¿El perfil? Imagina a alguien estirando arcilla dejando todo el músculo en el centro. Voladizos cortos, batalla larga, pasos de rueda preparados para llantas de 21 pulgadas, aunque Europa verá más bien 19 o 20. Los protectores de plástico en los pasos de rueda insinúan sueños off-road—aunque probablemente lleve la cafetera y el altavoz Bluetooth al bosque.

Los detalles importan. El panel de cristal del pilar C es transparente por dentro, negro y brillante por fuera. Como unas gafas Bond: elegantes y funcionales.

¿Aerodinámica? A pesar de su silueta cuadrada, Ford presume de un coeficiente líder en su clase. Tal vez no llegue a los niveles del Tesla Model X, pero es sorprendentemente eficiente.

Entrar en el interior es como acceder a una Apple Store gestionada por la NASA. Todo destila inteligencia y sencillez. No es solo un habitáculo, es un espacio vital.

Primero, la MegaConsole. El nombre suena a algo de PlayStation, pero es real: enorme, ancha, capaz de guardar un portátil, varias botellas, un bolso, una aspiradora o incluso media sandía.

¿Y los portavasos? Extraíbles. ¿Por qué? Quizá para cuando necesites el túnel central entero para transportar un perro o un jabalí. Pero ahí están, y es un toque curioso.

Los materiales son suaves y todo lo que tocas resulta premium. Este no es el Ford que encontrabas en una gasolinera noventera, con un salpicadero que sonaba como un lavavajillas. Es silencioso, agradable y sólido, incluso si apoyas el codo como un viajero cansado en un vuelo europeo.

La pantalla táctil: 14,6 pulgadas, formato vertical y, sí, se mueve. Detrás esconde un compartimento secreto con cierre, digno de Bond, ideal para guardar la cartera, gafas o ese chocolate que no quieres compartir con los niños.

¿Infotenimiento? Ágil, fluido y más rápido que tu móvil tras actualizarse. Los menús tienen lógica, los iconos son grandes: perfecto para elegir una lista de Spotify sin sentirte cirujano.

Eso sí, el deslizador táctil para el volumen, cortesía de VW, requiere presión y es casi invisible en la oscuridad—tan útil como un paraguas que solo se abre en interiores. Por suerte, el volante tiene botones de verdad, y funcionan.

También hay un sistema de sonido Bang & Olufsen—sí, la firma de altavoces para millonarios. El resultado: una muralla de sonido de lado a lado, como un concierto de Led Zeppelin en mitad del bosque.

Asientos calefactados. Volante calefactado. Asiento del conductor con masaje. Carga inalámbrica. Techo panorámico. ¿Excesivo? Sin duda. Pero lo disfrutarás. Es como volar en business class y que te sirvan champán mientras te preguntan si quieres un masaje.

Las plazas traseras ofrecen tanto espacio como una tienda de sofás mediana en Europa. Tres adultos medianos caben cómodamente, aunque en trayectos largos las rodillas pueden notar el viaje. ¿Maletero? No es el más grande, pero suficiente para dos niños, dos maletas y equipaje de fin de semana—salvo que quieras mudarte.

Motores: la versión básica trasera con 170 CV es tan tranquila como una canoa de goma. Luego, el modelo trasero de 286 CV, que sale disparado antes de que tu abuela termine de decir "no corras". Para tracción total, el Dual Motor AWD entrega 340 CV y acelera de 0 a 100 km/h en 5,3 segundos—tan rápido como un Focus ST pero con una tonelada extra.

La clave: el Explorer EV no se siente pesado. En curva es más parecido a un compacto deportivo que a una nevera rodante. Ford ha afinado la suspensión para ofrecer confort sin perder control. La dirección es precisa y reacciona más rápido que un gato al oír un abrelatas.

Hay modos de conducción: Eco es como una ducha fría—tranquilo, lento, algo austero. Normal será el más habitual, mientras que Sport lo cambia todo: dirección más dura, acelerador más sensible y la sensación de que el coche te anima a apretar.

Baterías: pequeña (52 kWh) y grande (77 u 79 kWh). Con la mayor, la autonomía teórica es de hasta 602 km—suficiente para ir y volver a Tartu con kilómetros de sobra. En la práctica, calcula unos 450 km.

La recarga es razonable: entre 25 y 30 minutos para el 80 por ciento. En casa, unas 7 u 8 horas—perfecto para dejarlo cargando por la noche.

Conducir el Explorer es más que digno, tanto como puede serlo un coloso eléctrico de 2,1 toneladas. No flota como ciertos modelos coreanos sin tacto de dirección. La suspensión es blanda pero sin excesos. Hay algo de balanceo—la física sigue existiendo, incluso para el departamento de prensa de Ford—pero el equilibrio es correcto y la adherencia está asegurada. El Explorer no pretende ser un deportivo. Es como un buen perro: hace su trabajo, te trae las zapatillas y espera paciente la próxima aventura.

¿Seguridad? Piensa en una fortaleza cargada de tecnología, comportándose como un guardaespaldas sobrio que nunca te lleva la contraria y frena más rápido de lo que puedes maldecir.

Euro NCAP le ha dado cinco estrellas—no tres y media como a cualquier caja de plástico barata, sino cinco. Protección adulta del 89 por ciento, infantil del 86, peatones un 80—es como tener a Lewis Hamilton al volante, un ángel de la guarda de copiloto y un agente de seguros detrás.

El chasis está hecho de acero de boro. En un golpe, todo lo demás cederá antes—solo si la tierra tiembla verás una abolladura en el habitáculo.

Los airbags no solo están delante y a los lados, sino también entre los asientos, preparados para cualquier duelo de almohadas. En un impacto lateral, no te golpearás con el pasajero—el airbag ya estará ahí, recibiendo el golpe por ti.

Eso es solo el principio. El Explorer no espera a que ocurra un accidente: es como ese amigo paranoico que revisa las cerraduras tres veces y lleva paraguas por si acaso. Frenada automática para peatones despistados, control de crucero adaptativo que mantiene la distancia y puede detenerse y reanudar la marcha solo. Y el Co-Pilot360: un ejército de cámaras y sensores que te mantiene en el carril, vigila tu atención y te sugiere parar si te nota cansado.

¿Aparcar? El Explorer te muestra todo en 360 grados—de arriba abajo, delante atrás, laterales, y casi desde la luna. Puede aparcar solo y hasta cambiar de carril con solo señalizar. Es como tener un instructor que guía tus manos, pero sin gritar.

¿Y si acabas en un río? El Explorer permite que puertas y ventanas funcionen bajo el agua. No es broma. Ford pensó que podrías verte en una escena de Bond y tener que nadar fuera.

¿Es buen coche el Explorer EV? Sorprendentemente, sí. Como ese tío que creías jubilado y reaparece en traje ganando el rally de Montecarlo. No es otra "caja de innovación eléctrica" que pita, parpadea y se atasca en el barro. Es un SUV de carne y hueso que, casualmente, funciona con electricidad—y lo hace bien.

El interior es tan inteligente que haría levantar la ceja incluso a los diseñadores de Apple. Se conduce como un gran compacto, no como una nevera, y acelera lo suficiente para volcar el bollo de pasas de tu suegra en el asiento trasero. ¿Carga? Sin problema. ¿Autonomía? Con la batería grande y un pie suave, tendrás más que de sobra. ¿Seguridad? Si el Explorer fuera una persona, dormiría con casco.

¿Y cuánto queda del espíritu americano? Quién sabe. Tras conducirlo, la pregunta pierde importancia.