
Australia Ha Capturado el Sol—Ahora Más Barato Que Nunca
Imagina esto: el modesto retrovisor de tu coche—sí, ese mismo que usas para comprobar si la policía sigue detrás—podría ser la clave para salvar el planeta. Más o menos eso es lo que han logrado unos científicos en Australia: espejos de plástico capaces de captar la luz solar y transformarla en calor industrial. ¿Y dónde lo están probando? Por supuesto, en una bodega.
En la Universidad de Australia del Sur—un nombre tan largo que hacen falta cuatro cafés para pronunciarlo—los investigadores han presentado una solución aparentemente sencilla que podría revolucionar la energía solar. En lugar de espejos de vidrio, frágiles y costosos, apuestan por el plástico: ligero, económico y lo bastante resistente como para soportar el clima real, al contrario que muchos dispositivos delicados nacidos en viveros de startups.
Estos espejos, diseñados originalmente para el sector del automóvil, han sido mejorados con un revestimiento especial de aluminosilicato, lo que les permite igualar el rendimiento de los de vidrio. Son un 50% más ligeros, mucho más asequibles y tan fáciles de instalar que incluso alguien sin la menor habilidad mecánica podría montarlos sin buscar en Google "cómo sujetar una llave inglesa".
El sistema piloto consta de dos instalaciones, cada una con 16 espejos, capaces de generar temperaturas de entre 100 y 400 grados Celsius. Esto los hace ideales para secar alimentos, alimentar procesos textiles, impulsar reacciones químicas o, en este caso, afinar el vino con un sutil toque de "viñedo tostado".
Pero esto no es solo una simpática idea ecológica. El calor industrial representa nada menos que una cuarta parte del consumo energético global y cerca del 20% de todas las emisiones de CO₂. Así que, si los espejos de plástico pueden aportar la misma energía de forma más limpia y mucho más barata, la verdadera cuestión es: ¿por qué no están ya instalados en el tejado de cada fábrica del planeta?