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International Space Station

La NASA cambia de rumbo para tener una nueva estación en órbita antes de la retirada de la EEI

Author: auto.pub | Published on: 13.08.2025

El tiempo apremia. En cinco años, una Dragon modificada de SpaceX iniciará la maniobra que enviará a la Estación Espacial Internacional a un descenso controlado hasta el fondo del océano Pacífico. Aún no hay relevo listo y Estados Unidos corre el riesgo de quedarse sin su propio puesto orbital cuando la EEI se retire, mientras China avanza a toda máquina con su Tiangong.

La NASA ya ha canalizado 500 millones de dólares a los esfuerzos de desarrollo de estaciones de Northrop Grumman, Blue Origin, Axiom Space y Voyager Space, pero las probabilidades de que alguna esté lista antes de 2030 siguen siendo escasas. En este contexto, el administrador interino Sean Duffy ha firmado una directiva que da un vuelco a toda la estrategia.

Según el plan anterior, a principios de 2026 se elegirían uno o dos ganadores para grandes contratos de construcción y certificación de estaciones a escala completa. El problema es la financiación: la NASA calcula un déficit de hasta 4.000 millones de dólares. El presupuesto federal asigna solo 272,3 millones para 2026 y 2.100 millones para los próximos cinco años, una fracción de lo necesario.

Ahora la agencia vira hacia pasos más pequeños. Se abrirá un concurso para seleccionar al menos a dos, preferiblemente a tres, desarrolladores. La certificación llegará únicamente tras un vuelo de prueba tripulado, y como mínimo una cuarta parte de la financiación se pagará solo cuando la estación demuestre que puede alojar a cuatro personas durante un mes. La habitabilidad a largo plazo dejará de ser obligatoria.

Esto favorece a los equipos capaces de poner pronto en órbita un módulo sencillo pero funcional. Uno de los favoritos es Vast, que trabaja con SpaceX en la estación Haven-1, diseñada para alojar a cuatro astronautas en misiones de dos semanas y muy dependiente de los sistemas de Dragon.

Entre tanto, Axiom, Blue Origin y Voyager tendrán que replantear sus proyectos más ambiciosos para ajustarse a las nuevas reglas. El exresponsable del programa de la NASA Phil McAlister fue tajante: el modelo anterior nunca habría prosperado, mientras que el nuevo enfoque da a todos una opción real de cruzar la meta en 2030.

Lo que ya está claro es que el futuro de Estados Unidos en órbita dependerá menos de megaproyectos financiados por el gobierno y más de la agilidad del sector privado, y la victoria será para quien pase más rápido del papel a la rampa de lanzamiento.