





Škoda 110 R Reimaginado: Un Homenaje Digital a un Pasado Mecánico
Pocas marcas automovilísticas convierten la nostalgia en relato con la elegancia de Škoda. Con la precisión checa que la caracteriza, la firma ha reinventado su querido coupé deportivo de los años setenta, no como una réplica retro, sino como un experimento conceptual. El nuevo—o más bien virtual—110 R celebra una época en la que un coupé deportivo significaba propulsión trasera, ligereza y honestidad mecánica, no baterías pesadas ni pantallas en el salpicadero.
La visión nació de Richard Švec, del equipo de modelos digitales de Škoda, quien partió de cero. El resultado: superficies tensas, geometría definida y una nostalgia contenida. Este 110 R habita un espacio intermedio entre épocas: ni pasado ni futuro, sino algo fascinante entre ambos, un coche que solo puede existir en el mundo digital.
Švec no pretendía reconstruir el pasado, sino capturar su esencia. Por eso evitó los tópicos retro habituales: nada de faros redondos ni cromados excesivos. En su lugar, el coche luce grupos ópticos ocultos y una firma luminosa Tech-loop, como un guiño ciberpunk a una leyenda de los rallies setenteros.
Técnicamente, el concepto es pura ficción. El supuesto sistema eléctrico y la tracción trasera forman parte de la fantasía, aunque las proporciones y la postura dejan claro que Škoda sabe lo que anhelan los entusiastas—y lo que la marca probablemente nunca fabricará.
El ADN de la competición sigue presente en los detalles: pasos de rueda ensanchados, jaula antivuelco digital, llantas monotuerca y sutiles referencias al mítico 130 RS en las líneas del portón trasero. Sin embargo, todo resulta impecablemente limpio, demasiado preciso, casi aséptico: belleza en estado puro.
En realidad, este 110 R no anticipa ningún modelo de producción, sino que es un ejercicio creativo. Como en anteriores reinterpretaciones digitales del Felicia Fun y el Favorit, sirve de laboratorio para la filosofía de diseño de Škoda, no como promesa de futuro. Y ahí reside su encanto: demuestra que se puede honrar el pasado de una marca sin necesidad de resucitarlo.