Rolls-Royce crea una obra de arte electrificada: un Spectre dedicado a un perro querido

El exterior del Spectre Bailey es un ejercicio de calidez y armonía, pintado en una paleta exclusiva de tonos cremosos, uno de los cuales lleva el nombre del propio perro. Según Rolls-Royce, Bailey era un cruce de labrador y golden retriever, y fue el sutil matiz de sus orejas lo que inspiró la creación de este color singular. La tradicional Coachline de la marca, esa fina línea pintada a mano que separa los dos bloques cromáticos, termina ahora con una delicada huella de pata en oro rosa, la de Bailey.

En el interior, el homenaje se vuelve aún más personal. Un motivo de huella está delicadamente incrustado en la moldura de madera, mientras que la verdadera obra maestra se encuentra entre los asientos traseros: un retrato de Bailey realizado en marquetería. Compuesto por más de 180 fragmentos de chapa procedentes de 22 tonos naturales de madera, fue elaborado sin tintes ni tratamientos químicos. Durante cuatro meses, los artesanos trabajaron para captar el matiz del pelaje, el brillo de los ojos y la calidez de la expresión que su dueño conocía tan bien.

Rolls-Royce subraya que el Spectre Bailey no es solo un tributo a un compañero querido, sino también una muestra del arte de su división Bespoke, donde la artesanía y el sentimiento se entrelazan. Cada superficie, costura y capa de madera refleja un nivel de precisión que sigue siendo la seña de identidad de la marca.