
El poder oculto: cómo el agua de mar y las latas de cerveza podrían salvar el mundo
Hablemos del hidrógeno: ese combustible que, al quemarse, solo libera vapor de agua. Suena perfecto, ¿verdad? Sin embargo, la mayor parte del hidrógeno que usamos hoy en día se produce aún a partir de combustibles fósiles, convirtiendo toda esa promesa ecológica en poco más que un lavado de imagen verde.
Aquí es donde entran en juego los investigadores del MIT, que han dado con algo tan sencillo como sorprendente: toman aluminio reciclado —por ejemplo, latas de cerveza usadas—, lo tratan con una aleación de galio e indio, lo mezclan con agua de mar y así obtienen hidrógeno limpio. ¿Lo mejor? Este método solo genera 1,45 kilogramos de CO₂ por cada kilo de hidrógeno producido, frente a los 11 kilos habituales de los métodos basados en combustibles fósiles.
La sal presente en el agua de mar actúa como catalizador, permitiendo reutilizar la aleación de galio e indio y haciendo que el proceso sea sostenible y rentable. Y si añadimos un poco de cafeína, la reacción se acelera aún más.
Imagina un futuro en el que repostar no signifique depender de enormes tanques de hidrógeno, sino de estaciones compactas donde gránulos de aluminio se mezclan con agua de mar para producir hidrógeno sobre la marcha. Nada de cilindros a alta presión ni de logística compleja: solo energía limpia a partir de dos ingredientes sencillos.
Y aún hay más. El subproducto de este proceso es la boehmita, un mineral que se utiliza en la fabricación de semiconductores y componentes electrónicos. Es decir, el residuo no es tal, sino un recurso valioso.
Así que la próxima vez que veas una lata de cerveza vacía en la playa, piénsatelo dos veces antes de despreciarla. Podría ser la fuente de energía que ayude a salvar el planeta.