Moskvitch 8: El orgullo automovilístico ruso que nadie quiere (y que ni siquiera es ruso)
Quien busque la cima de la ingeniería rusa, algo capaz de sonrojar incluso al Lada Niva, no la encontrará en el Moskvitch 8. En realidad, se trata de un JAC Sehol X8 Plus chino, ensamblado apresuradamente en Rusia con un nuevo emblema y una fina capa de patriotismo. Sin embargo, al menos una persona se ha animado a comprarlo. Solo una.
Dos semanas después de su lanzamiento, anunciado a bombo y platillo, las ventas en todo el país suman una sola unidad. Exactamente un comprador ha decidido que este SUV de siete plazas, con un precio superior a los tres millones de rublos, merecía la pena. Así es la era de la producción en masa, pero sin la masa.
La única venta se registró a mediados de agosto. Desde entonces, silencio absoluto. Nadie más ha sentido la tentación de ponerse al volante. El concepto de coche del pueblo parece haberse perdido entre la barrera idiomática de las piezas importadas y la dura realidad de los presupuestos familiares.
¿Pero qué es realmente el Moskvitch 8? Sobre el papel impresiona: 4.824 milímetros de largo, 1.870 de ancho y 1.756 de alto. Luce una parrilla LED llamativa, interior bicolor en cuero, pantallas digitales, carga inalámbrica y un sistema de cámaras de 360 grados. Suena a nave espacial, hasta que uno se fija y descubre que no tiene nada de ruso.
La realidad es sencilla: el Moskvitch 8 no es más que un JAC Sehol X8 Plus fabricado en China, enviado a Rusia en kits y montado localmente. El proceso se parece más al montaje de un mueble de IKEA que a la fabricación de un coche, solo que en vez de una estantería se obtiene un SUV grande y, en lugar de un destornillador, un poco de autoengaño.
Bajo el capó lleva un motor de gasolina GDI de 174 caballos, asociado a una caja de cambios automática de doble embrague y siete velocidades. Los precios parten de 2,98 millones de rublos (unos 30.000 euros). En los concesionarios, el único sonido que acompaña a este supuesto buque insignia es el silbido del viento y los suspiros discretos de los vendedores.