De Tomaso P72: El hiperdeportivo que hace que los Ferrari parezcan coches familiares

En un mundo saturado de algoritmos y dictado por la conformidad del túnel de viento, el De Tomaso P72 es un grito esculpido que desafía al pasado—y un susurro seductor llegado de un futuro paralelo. De alma italiana pero resucitado bajo dirección hongkonesa, De Tomaso por fin ha materializado su sueño febril: una ópera rodante de carbono, cromo y combustión sin filtros.
El P72 no ha sido concebido para impresionar en fichas técnicas; está hecho para quienes creen que un superdeportivo debe ser arte, no una hoja de cálculo de ingeniería. El monocasco de carbono es una maravilla sin un solo tornillo visible—una estructura única que acoge un V8 sobrealimentado de 700 caballos y 820 Nm de par. Todo ello asociado a una caja de cambios manual. Solo tracción trasera. Porque, ¿de qué sirve la emoción si la controla la electrónica?
Bajo su piel, toma prestada el alma de competición de los GT4: doble triángulo, suspensión por varillas de empuje, amortiguadores totalmente regulables. Todo grita pureza analógica y sin filtros. Este coche ha sido pensado para que sueltes carcajadas en tercera marcha, no solo para marcar tiempos de vuelta y conseguir visitas en YouTube.
El interior es un sueño steampunk. Instrumentación de aluminio mecanizado a mano. Palanca de cambios de rejilla abierta, que encaja con el sonido metálico de un rifle de francotirador. No hay pantallas. Nada que distraiga. El navegador eres tú—y tu teléfono. No es un habitáculo; es una cápsula del tiempo con pedales.
La producción está limitada a solo 72 unidades, cada una con un precio base de 1,6 millones de dólares. Eso no solo te da un coche—te abre la puerta a un club donde incluso los ejecutivos de Bugatti podrían llamar antes de entrar, preguntándose si van lo bastante bien vestidos.
El P72 no es práctico. No es eficiente. No es racional. Y precisamente por eso importa.