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Molnija

Molnija, el coche eléctrico ruso: cien kilómetros de autonomía y poco más

Autor auto.pub | Publicado el: 18.09.2025

Tras años de promesas, Rusia ha presentado por fin su esperado coche eléctrico, el Molnija. Su nombre significa relámpago, aunque brilla más en la factura de la luz que en la carretera. ¿Su autonomía oficial? Un asombroso centenar de kilómetros. Sí, cien. Ni mil, ni siquiera doscientos cincuenta. Justo cien, como si alguien en el ministerio hubiera perdido un cero en Excel.

Las autoridades presumen de que el 70 por ciento de los componentes son de fabricación nacional. Probablemente eso incluya el tirador de la puerta, un limpiaparabrisas y quizá la firma del jefe de proyecto bajo el capó. El 30 por ciento restante, cabe imaginar, llega discretamente desde países donde realmente se fabrican cosas, garantizando al menos que el coche se mueva por sí mismo.

¿Y la competencia? Según la versión oficial, el Model 3 de Tesla, el 007 de Zeekr y el Han de BYD. La comparación es tan acertada como enfrentar un pelador de patatas con una katana. Sí, ambos cortan, pero la experiencia no tiene nada que ver. Aun así, el Molnija ya ha sido nominado al principal premio ruso de diseño industrial, recordando que el patriotismo suele pesar más que la perspectiva.

La producción se llevará a cabo en la planta Moskvich de Moscú, una instalación que en los últimos años ha sido más un fantasma que una fábrica, ensamblando kits chinos mientras prometía "pronto rivalizar con Tesla". Ahora, al menos, tendrá algo tangible saliendo de la línea: quizá decenas de unidades, suficientes para renovar la flota oficial y dar a las empresas de taxis un nuevo argumento de venta.

También se contempla la exportación. ¿A dónde? Esa es la verdadera incógnita. Corea del Norte parece un destino plausible, donde una autonomía de cien kilómetros podría considerarse un lujo y no una desventaja.

En definitiva, el Molnija se asemeja más a un alargador con ruedas que a un coche eléctrico, capaz de circular solo mientras haya un enchufe hospitalario en algún garaje. Eso sí, demuestra que la industria automovilística rusa puede crear algo nuevo, aunque ese "algo" tenga la chispa de una linterna moribunda en una noche de noviembre.