
Kawasaki, Caos y una Lección de 6.400 € en Locura
Era lunes por la tarde. Mientras algunos preparaban bocadillos y otros buscaban algo nuevo en Netflix, un ciudadano letón nacido en 1988 decidió que era el momento perfecto, no para un tranquilo trayecto, sino para recrear una escena digna de cualquier película de acción. A lomos de una Kawasaki robada, rugiendo bajo sus pies y, probablemente, sin el más mínimo respeto por el código de circulación.
Todo comenzó de forma relativamente inocente: la policía detectó una moto en la autopista sin matrícula. Cuando los agentes le hicieron una señal amistosa para que se detuviera, el motorista respondió no con colaboración, sino acelerando: se alejó a toda velocidad, alcanzando los 209 km/h.
El juego del "a que no me pillas" alcanzó otro nivel en Spuņciems, a unos veinte kilómetros de Riga, donde nuestro protagonista atravesó una zona limitada a 50 km/h a nada menos que 184. Ni siquiera muchas aves lograrían ir tan rápido batiendo las alas.
Pero la policía no pensaba dar el caso por perdido. Emitieron repetidas órdenes de alto, recibidas únicamente con nuevas infracciones, maniobras temerarias y un desprecio absoluto por cualquier norma. Se pidió refuerzo, porque ninguna persecución está completa sin apoyo extra. Al final, incluso la Kawasaki se rindió, o más bien, acabó deslizándose por el asfalto.
La moto terminó parada. El conductor fue a parar al hospital, tal vez dándose cuenta de que la adrenalina no sustituye a los amortiguadores. ¿Y la aventura? Resultó bastante más cara que una jornada en un circuito legal.
La moto había sido denunciada como robada el verano anterior, y la actuación del infractor mereció un bis: quince sanciones administrativas. Sin casco, sin carné, sin seguro, sin ITV, sin matrícula, velocidad ilegal, adelantamientos indebidos y una decena de infracciones más de lo más imaginativas. ¿El total de las multas? Más de 6.400 €.
Eso sí, al menos el hombre ya sabe exactamente hasta dónde puede llegar una Kawasaki. Y todos hemos recordado que, cuando la estupidez se paga, la factura puede venir con cuatro cifras.