
Cuando el sueño eléctrico se topa con la realidad: una llamada de atención en 2025
Hace apenas un año, parecía inevitable: la combustión interna estaba abocada al desguace y el mundo avanzaba a toda velocidad hacia una utopía reluciente movida por baterías. Sin embargo, con la llegada de la primavera de 2025, el ambiente ya no es de revolución, sino más bien de toma de conciencia.
La última encuesta mundial de la consultora KPMG, realizada a más de 910 altos directivos del sector del automóvil, ha supuesto un jarro de agua fría para quienes aún respiraban optimismo eléctrico. En 2023, las previsiones apuntaban a que los vehículos eléctricos acapararían hasta el 70% del mercado global en 2030. Hoy, esa cifra se ha visto reducida sin contemplaciones. La nueva estimación media: un discreto 40%, y eso sin contar los híbridos.
Las dificultades son distintas en cada país, pero el mensaje es el mismo. En India, la falta de infraestructuras de recarga es tal que intentar cargar un coche es casi como pretender alimentar un iPhone con un coco. Brasil apuesta por los biocombustibles, saltándose la fase de las baterías e introduciendo caña de azúcar directamente en los depósitos. En Japón, los híbridos y el hidrógeno siguen siendo los favoritos, mientras que las baterías de ion-litio se miran todavía con la misma desconfianza con la que se observa la previsión meteorológica de un invierno británico.
En Estados Unidos, los fabricantes hablan de lograr un 30% de cuota de mercado para los eléctricos. Pero las propias redes de concesionarios ofrecen una visión más realista: llegar al 22% ya se considera optimista. ¿El motivo? Los clientes no están dispuestos a esperar 30 minutos para "repostar" su coche cuando pueden llenar el depósito de gasolina y seguir su camino en cuestión de minutos.
Y luego está el elefante—o más bien la mina de litio—en la sala. La mitad de los directivos encuestados teme por el suministro de materias primas. Litio, níquel, cobalto: todos son cada vez más imprescindibles y, en su mayoría, procedentes de China. El futuro eléctrico podría depender, más que de la ingeniería, de la geopolítica y de las previsiones meteorológicas de Pekín.
El sueño sigue vivo. Pero ahora resulta evidente: el camino hacia la electrificación es más largo, accidentado y complejo de lo que se imaginaba.