
Conspiración francesa: cómo Renault frenó la revolución de Lada
El orgullo automovilístico ruso, AvtoVAZ, vuelve a estar en el punto de mira: las ventas se desploman y el malestar nacional crece mientras todos buscan responsables. Ahí entra el jefe de prensa de la empresa, presto para ofrecer una explicación sobre por qué los Lada modernos siguen comportándose como si necesitaran la alineación de los planetas y el sacrificio de tres cigarrillos para arrancar. ¿La causa? Todo es culpa de Renault.
Según la versión oficial, esos astutos galos devoradores de baguettes tenían a AvtoVAZ completamente controlada. Los rusos, aseguran, estaban a punto de lanzar Ladas propulsados por hidrógeno, autónomos y listos para viajes espaciales, pero los franceses dijeron “Non, non” y les entregaron el manual del Dacia.
¿Progreso tecnológico? No mientras Renault estuviera al mando. Al parecer, los jefes franceses temían que un Lada completamente evolucionado eclipsase sus propios modelos, así que se las arreglaron para que los coches rusos siguieran sin elevalunas eléctricos ni climatizador—no fuera a ser que un Sandero se viniera abajo de la impresión. No era falta de desarrollo, era sabotaje estratégico.
¿Y la exportación? Lada, supuestamente, iba a conquistar el mundo, hasta que Renault intervino. “Lo sentimos, chicos, Lada no viaja a Bélgica”, decían. Se rumorea incluso que algunos países llegaron a prohibir los Lada por temor a que sus ciudadanos descubrieran lo que es un “coche de verdad” y le dieran la espalda a Renault.
Pero ahora los colonizadores se han ido, desaparecidos como el último pain au chocolat en un brunch de despedida. Lada, por fin, es libre. Llega el Iskra: presume de montar 400 nuevas piezas nacionales. ¡Localización total! Casi parece un Tesla, si entornas los ojos y no los abres del todo.
Y las exportaciones han regresado: Kazajistán, Kirguistán, incluso Cuba. 20.000 unidades vendidas, con el objetivo de llegar a 30.000. Que el mundo se prepare: AvtoVAZ ha vuelto, y esta vez no va a tener piedad.
Así que no, el problema nunca fue la ingeniería, la calidad o la visión de la dirección. El inconveniente era la interferencia francesa. Los rusos solo tuvieron que esperar a que se marchara el último consultor de Renault, dejando atrás la plataforma CMF-B. Ahora, con 400 nuevos tornillos y artilugios, todo es suyo. Y eso lo cambia todo.