
El segundo cumpleaños de la abuela: cuando dos genios se cruzan
Esta vez podemos agradecer sinceramente a la suerte, y quizás a algún ángel de la guarda, que la historia no terminara con sirenas de ambulancia y luces azules parpadeando. Un instante más tarde y el desenlace habría sido muy distinto.
Primero, el conductor, probablemente alguien cuya filosofía de vida es: “acelera a fondo y frena solo si algo te lo impide”. Si ves que otros coches están detenidos, normalmente significa que algo, digamos, relevante ocurre más adelante. Pero no, parece que ese es el momento perfecto para pisar el acelerador.
Después, el peatón: un auténtico miembro de la élite samurái de la acera. Para él, los pasos de cebra son para los débiles, los semáforos en rojo son simples sugerencias corteses y la regla de oro para cruzar es fácil: mirada al frente, visera calada y paso firme como en un desfile. ¿Qué sucede a su alrededor? No merece la pena prestarle atención, sería demasiado aburrido.