Mitsubishi Triton Savana: la pick-up más salvaje
Mitsubishi no diseñó la nueva Triton Savana desde la comodidad de una oficina. Basta una mirada para notar que fue creada para esos momentos en los que una Triton común se detendría a recuperar el aliento. Esta edición especial se lanza directo al terreno difícil y se convierte oficialmente en la versión más capaz fuera del asfalto de la gama. Fiel a su enfoque de nicho, solo se venderá en Brasil y estará limitada a 80 unidades.
El truco principal de la Savana es su snorkel, que eleva la capacidad de vadeo hasta los 800 milímetros. Es un cambio pequeño con un impacto enorme, y de inmediato diferencia a esta pick-up de su hermana más civilizada.
Mitsubishi también añadió estribos laterales robustos, una baca en el techo y varias piezas exteriores en negro mate pensadas para resistir arañazos leves. El aspecto es más rudo, aunque se siente más como una herramienta que como una declaración de moda.
La Savana monta llantas de 18 pulgadas con neumáticos preparados para el barro y se ofrece en dos colores exclusivos para Brasil: amarillo o verde. Ambos tonos fueron elegidos pensando en el contraste con la naturaleza, porque la L200 se siente tan cómoda en el bosque como en un estacionamiento urbano.
Curiosamente, Mitsubishi no tocó la suspensión ni el tren motriz. La Triton brasileña utiliza un diésel de 2,4 litros que entrega poco más de 200 caballos y 470 newton metro. Se asocia a una caja automática de ocho velocidades y tracción a las cuatro ruedas. Es una combinación sensata y probada, capaz de soportar uso intensivo sin exigir demasiada atención.
La Savana cuesta 349.990 reales (unos 60.500 euros). El precio está ligeramente por encima de la Triton Katana tope de gama en la que se basa. El sobreprecio no es por potencia extra ni componentes exóticos, sino por exclusividad. Quien valore la rareza sabrá apreciarla.
Rivales como la Toyota Hilux y la Ford Ranger también ofrecen ediciones especiales orientadas al off-road, aunque normalmente en volúmenes mucho mayores. La estrategia de Mitsubishi es deliberadamente exclusiva. Puede reforzar la imagen de la marca, pero deja en el aire si estas series limitadas no acabarán siendo juguetes para coleccionistas en vez de herramientas para quienes realmente las necesitan.
